"Little Children", juegos íntimos, secretos infantiles (A. Caminos)

 

Por Alfredo Caminos


Ella, Sarah Pierce, la madre que no puede o no quiere aprender a ser madre, porque ello significa subir un escalón en el crecimiento. La esposa que prefiere ignorar al esposo pero juega al sexo con amor con el vecino. Él, el padre que aún no puede salir de la facultad ni de los juegos de recreo. Un padre-esposo-niño que prefiere ignorar el amor de la mujer que asumió el rol masculino de proveedora del hogar, y que navega por el barrio en busca de tranquilidad, de juegos adolescentes y de juegos de amantes que le proveen un toque de adultez. Ellos están juntos, en un juego de sueños de princesa rescatada del castillo y de príncipe azul que sólo tiene que cabalgar por la pradera con su porte juvenil. Juegan a ser mayores porque no puede salir de la adolescencia. Juegos que incluyen el sexo, y sus sexos. Y la tranquilidad de ser sensualmente jóvenes, deseables y cuyos secretos no son públicos. Y eso, en una sociedad que les otorga el derecho de condenar al sexo expuesto públicamente.

El barrio, el pueblo, las conversaciones de la intimidad reprimida. La moral y las buenas costumbres. El infierno grande. En definitiva un conjunto social que tiene sus propias leyes, y la principal de ellas es la de poder acusar a los demás y hacer de un delito de exhibición el peor de los delitos. Una falta condenable hasta al infinito. La escena de todo el pueblo al borde de la piscina, huyendo, acusando, maldiciendo y horrorizándose del “depravado” refleja el horror al menor delito en público frente al gran delito en privado. El policía perseguidor que esconde un pasado aún más trágico y condenable. Una sociedad capaz de crear un escuadrón de castigo, de moral, como en la peor de las dictaduras. En definitiva la moral pública escondiendo los pecados privados, por aquello de condenar el escándalo más que los actos.


La imagen de la familia, padre, madre e hijos. Claro, pero hay otro padre de esa niñita y otra madre de ese niño. Son los que faltan en la foto y que en ese momento no saben que la familia que exhibe sin pudor la imagen matrimonial, son amantes en los altillos y en el doméstico lavadero de uno de los hogares familiares. Todo esto la saben ellos y lo sospechan algunos vecinos. Pero al fin de cuentas la imagen de familia y de pueblo se valora, y se construye si los secretos íntimos y los juegos se mantienen en los áticos. Al fin de cuentas todos, y todas, serían capaces de hacer lo mismo. Sin embargo la escena pertenece a la citada piscina, han visto al exhibicionista en el agua muy cerca de los niños. Horror, al cadalso. La policía, la represión y el que se tiene que ir es el oscuro personaje.

Y no tan oscuro. Es el único que sufre, el que tiene conciencia de que debe salir de su enfermedad. Que ha crecido en un ambiente de contención pero que no ha sido suficiente. Un hogar lleno de muñecas que en definitiva no hacen otra cosa que desviar su crecimiento. Un lugar en el mundo como todos los hogares, con la diferencia que allí no se esconden secretos, ellos salen a la luz, porque todo está puesto en las estanterías como decoración. Al fin de cuentas el ambiente permite que el niño siga siendo niño. A pesar de la voluntad de salir del encierro, debe pasar de la niñez en la exploración sexual directamente a la adultez. Sin ser condenado por la moral pueblerina por supuesto.

La madre, el secreto oculto de las cosas equivocadas vaya a saber porqué. Simplemente porque algunas cosas pasan a medida que se crece. Y los hijos son niños siempre, hasta que la progenitora se da cuenta de que debe saltearse una etapa, y pasar a la juventud adulta. Así lo viste para el encuentro con una niña novia que lo único que hace es despertar los sentidos sexuales del niño grande.

Pero la madre no es de las que se quedan tranquilas, enfrenta las peores circunstancias con el máximo valor, capaz de dejar la vida para defender el derecho a la intimidad y la sinceridad.

El verdadero protagonista, Ronnie, el que tiene un objetivo en esta película. El que no es un contexto donde sobreviene un romance de dos almas bellas para los ojos externos. El que es capaz de expresar lo que siente sin tapujos. El que tiene un ambiente rodeado de infantiles recuerdos, que inicia el filme descubriendo que ha vuelto a caer en el mundo ordinario de esa barriada, cada vez más ordinario pero secreto. Ambiente de muñecas y hogar cálido que tendrá que destruir para poder pasar a una etapa superior, porque la llegada a la adultez significa comprender lo sexual, jugar a ser adulto y a creer que las cosas hay que solucionarlas. Mientras la madre niña Sarah pierde la hija, en el momento que quiere pasar a una etapa de sinceridad jugando a huir en busca de la felicidad, Mientras el padre niño que frente a tomar la decisión más importante de su ostracismo, y que es huir con la princesa, se entretiene con los amiguitos como chico que lo han mandado a comprar algo a la esquina del barrio. Mientras otros no pueden salir de su encierro infantil, Ronnie, el niño grande decide cortar por lo sano su vínculo con el pasado.

La película Little Children, Juegos Secretos o Secretos Íntimos (2006), de Todd Field, basado en la novela de Tom Perrota, está en boca de todos porque ella, Kate Winslet en el papel de la madre de la niña, es candidata como mejor actriz a los premios Oscar. Quizás porque ella oficia de narradora al comenzar, pero ya sabemos que esto no significa exactamente un protagonismo. Toda la crítica y los comentarios se lanzan a describir el romance de los padres niños olvidando la historia de quien exhibe públicamente su secreto sexual, verdadero motor de este drama, Ronnie J. McGorvey. El actor, Jackie Earle Haley.

  

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