Por Alfredo Caminos
A
menudo suele definirse al protagonista como el personaje principal de
una historia. En ciertas ocasiones coincide pero no siempre. Para
diferenciar estos personajes tendríamos que fijar definiciones para
cada uno de ellos. El origen de la identificación o denominación de
principal, para aplicarlo al protagonista, corresponde a la
literatura, y desde allí se lo traslada hacia las otras artes
narrativas. A lo fines de esta tesis o análisis, se profundizará en
la diferenciación de principal por un lado y protagonista por otro.
El
personaje principal
es
aquel de quien depende la existencia de la historia. Sin él, los
acontecimientos del argumento no hubieran sucedido. El personaje
principal es causa y consecuencia, es motor y necesidad del
argumento. El principal es la esencia misma de la historia contada,
es la razón para que todo merezca ser narrado. Y, obviamente, en
muchos casos el protagonista es el mismo principal. Para determinar
en qué casos no lo es, debemos analizar la emergencia del conflicto.
Para
la existencia de conflicto se necesita la convergencia de dos fuerzas
opuestas, la protagónica por un lado y la antagónica por el otro.
Independiente de en qué cuerpos/personajes se representen ese
protagonismo y el antagonismo, incluso ambos caracteres en un solo
personaje. Lo cierto es que ambos se oponen, se repelen, tienen
objetivos diferentes, se contradicen de cara al argumento. Mientras
el protagónico desea algo, el antagónico se opone a que lo consiga.
Cuando el protagonista quiere lograr un objetivo el antagonista lo
enfrenta con una razón distinta. De esas voluntades opuestas surge
el conflicto de personajes que se transforma en conflicto narrativo.
Por
tanto, el personaje protagonista
tiene
un objetivo mientras que el personaje principal es de quién depende
la historia. Y todo ello sin analizar el narrador o el punto de
vista, ya que esta posición podría estar tanto en uno como en otro.
De momento, el análisis se centrará en las diferencias —y tan
simple como han sido expresadas— entre protagonista y principal.
Que, como decíamos antes, se confunden porque en literatura suele
definirse al protagonista como principal, siendo esta definición, al
menos para las películas, incompleta, imperfecta, insuficiente.
El
personaje principal, por lo tanto, podría coincidir con otra
posición del conflicto, con la opuesta al protagónico. En algunos
casos el principal es el protagonista, como también podría
coincidir con el antagónico, pero hay casos en los cuales el
principal es alguien diferente. Incluso podría no existir en el
argumento y el resultado es la clásica, la de fuerzas antagónicas
sin otra característica distintiva.
Si
analizamos ET
(Spielberg,
1982) veremos con claridad que toda la historia existe porque ET se
ha quedado varado en la Tierra. ET es el personaje principal, no hay
dudas de ello, sin él no hay argumento posible. Pero quien debe
conducir la lucha, lograr el objetivo de salvar a ET, enfrentarse al
enemigo, conducir el argumento hacia el triunfo, es el niño que lo
acoge en su casa. Eso lo convierte en protagonista, y de no existir
ET no habría tenido lugar su protagonismo.
Seguimos
con Spielberg. Otra película nos ilustra sobre el personaje
principal:Tiburón
(1975).
Aquí el principal es el propio tiburón, sin él no habría razón
para la intranquilidad de los habitantes, los comerciantes, las
autoridades. Al mismo tiempo, este principal es antagónico, porque
su existencia y amenaza pone al protagonista con un objetivo a
cumplir. El sheriff debe liberar al pueblo del peligro que significa
la proximidad del antagonista y principal.
La
coincidencia de protagonista y principal se suele dar en la mayoría
de las películas de superhéroes, los filmes de acción y las
comedias románticas. Tal vez sea por una necesidad de menor esfuerzo
en la comprensión del argumento:
Superman
(Donner,
1978), Rambo
(First
Blood,
Kotcheff,
1982),
27
Vestidos (Fletcher,
2008),
Abajo
el amor
(Reed,
2003), entre otras.
Las
obras más elaboradas echan mano de la diferenciación entre
principal y protagonista para construir verdaderos entramados
argumentales y, además, valiéndose del punto de vista, esconden
durante la instancia narrativa el verdadero protagonismo, el real
conflicto y hasta el personaje principal. Lo que hace a la historia
más impredecible y más sorpresiva. El argumento, entonces, carece
de una línea narrativa fácil de identificar, y para entender la
historia debe esperarse la resolución —es decir, el final— para
esclarecer los elementos del relato, más allá de aquellos puntos
visibles que ha puesto el autor para conducir la instancia narrativa.
Un
caso sumamente interesante donde todos estos elementos juegan a favor
de la sorpresa final, combinándola hábilmente, es el filme Los
otros
(Amenábar,
2001). Todos reconocemos en Grace (Nicole Kidman) al personaje
principal, y, al mismo tiempo, es el punto de vista de la historia.
Sin embargo, Grace no es protagonista, ya que carece de objetivo. Su
única manifestación de voluntad es proteger a sus hijos de la luz
del día, pero sabemos que esa no era la razón argumental final. En
todo caso, Grace lucha contra los
otros,
pero la historia tampoco pasaba por allí como conflicto manifiesto.
El único personaje que tiene un objetivo —que no conocemos al
principio— es la Sra. Mills (en realidad, todo el grupo de
sirvientes, pero bajo su conducción). Ella ha llegado para iluminar
el conocimiento y esclarecer en la propia Grace su condición de
muerta. Grace, entonces, es principal (por el punto de vista) y, al
mismo tiempo, antagonista (por oponerse al protagónico con
objetivo). Sin embargo, sería muy difícil encontrar un espectador
que no reconozca en Grace el protagonismo, cuando en rigor de verdad
se trata un personaje que sólo está allí (en la mansión) porque
la historia la ha puesto, y desconoce todo como para tener voluntad y
objetivo. El secreto narrativo del guionista es haber escondido el
punto de vista de la Sra. Mills, ya que no conocemos ninguna de las
conversaciones y manifestaciones sobre Grace y su problema que
manifiesta fuera del relato. Salvo al final, obviamente.
Debemos
reconocer que, cuando la obra lo ha previsto así, como espectadores
caemos en esquemas de personajes y protagonismo con una simpleza
extrema. De lo cual se valen los buenos realizadores para escondernos
relatos atractivos, interesantes, de multiplicidad de variantes, que
descubrimos al final de la obra, en el mejor de los casos, o después
de un análisis. Basta ir un poco más allá del simple guión.
Artículo publicado en el libro
"Tácticas de guionistas y estrategias de narradores audiovisuales",
Caminos, Alfredo
Editorial Brujas, Córdoba, Argentina, 2017
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